
Sé que uno no debe resistirse a su destino. Hay que ser gota de lluvia cuando toca ser gota de lluvia y río cuando toca ser río.
Pero yo no quiero desaparecer.
Quiero ser GOTA, en singular y con mayúsculas.
Y si mi destino es convertirme en río, sé que una parte de ese río soñará con evaporarse, con ser nube. Soñará con volver a Shangai, en busca de una muchacha asida al manillar de su bicicleta; una muchacha con una flor en la falda, que no se decide a levantar el pie del suelo y aguarda paciente el inevitable instante en que por fin decidirá no resistirse más y desaparecerá engullida por la riada humana; el mismo instante en que una gota de lluvia se desploma en el suelo.
En una calle cualquiera de Shangai.
En un día gris.